Desinformación
Es bien sabido que el crecimiento de las redes sociales a nivel mundial, durante la última década, ha provocado una explosión de información engañosa, inexacta e incluso falsa.
Su velocidad de propagación, junto con la producción y difusión de contenido de acceso abierto en las redes sociales, aumenta el daño potencial. Distintos estudios han demostrado que la propagación de la desinformación es más rápida y tiene mayor alcance que la información precisa.
El daño que causa la desinformación incluye desde la difamación personal o de marcas, hasta la interferencia política. Por ejemplo, en el inicio de la pandemia por el covid 19 en nuestro departamento, el de una mujer de 78 años de edad fue el primer caso identificado, ese día todo el mundo corrió a las farmacias a buscar barbijos, alcohol y guantes; la infodemia hizo de las suyas, salió lo mejor y lo peor de la ciudadanía, tanto en solidaridad como en pánico, ante el riesgo de contagiarse.
La peor parte se la llevó la paciente de San Carlos, denominada también ‘paciente cero’, que había llegado de Europa sin saber que ya portaba el virus. La discriminación e intolerancia de la población la hicieron vivir un viacrucis, originado por la desinformación y confusión general.
Con la aparición de la vacuna, llegó la desinformación: por un lado, la población que tiene dudas de la efectividad de algunas vacunas, miedo a qué puede pasar después de la vacuna y mitos inventados entre la población sobre transformaciones de personas en hombres lobos o imanes humanas, entre otros.
EL RETO
Para el periodista mejicano Arturo Daen, experto en verificación de la información, la polarización y un discurso adverso hacia el trabajo periodístico son problemas presentes tanto en México como en Bolivia.
“Ese entorno, sumado a la precariedad laboral y la crisis de financiamiento de los medios complican la labor periodística y que medios locales destinen recursos y parte de su cobertura a verificaciones o fact-checking que identifiquen desinformación viral o política”, acotando que, “aunque es difícil, no es imposible. Y es muy necesario ese esfuerzo adicional porque ahí están los ejemplos mundiales de cómo la desinformación daña el debate público, afecta la democracia e incluso puede repercutir en hechos de violencia o de daños a la salud”.
Pudimos apreciar la desinformación en su máximo esplendor durante la pandemia, dijo Daen, acotando que se difundieron dichos falsos contra las vacunas, que hasta la fecha pueden repercutir en que haya personas o poblaciones no protegidas ante el covid.
“La desinformación adquiere formas cada vez más sofisticadas e incluso es financiada por grupos políticos o económicos. Es importante hacer un frente común para lograr el mejor trabajo periodístico que pueda desenmascararla y prevenirla”, concluyó.